HABLANDO DE CIUDADES (REALMENTE) MARAVILLOSAS
Medellín es una ciudad que se reinventó. La resiliencia (la capacidad
de salir desde el fondo del pozo, a pesar de la adversidad) es su gran
valor. Todavía hay gente que recuerda cuando el nombre de esta ciudad
colombiana, “la de la eterna Primavera”, era asociado a muerte. Allí se
registraban los mayores índices de violencia del continente. Era la
capital del narcotráfico. La desigualdad social -el gran problema
todavía por vencer- era la marca que parecía imborrable. Sin embargo Medellín encontró un cauce para reinventarse y así,
renacer. La propuesta fue apostar al desarrollo urbano, integrando a una
ciudad dispersa y con abismos funcionales acordes a las muy diversas
condiciones socioeconómicas de sus habitantes. Eso empujaba -como pasa
aquí y en la China, literalmente- hacia afuera a los sectores con menor
capacidad de resistencia.
El afuera -de nuevo: aquí y en donde sea- es a las márgenes
perimetrales de las ciudades, en donde no hay ni quien tome las
estadísticas de degradación humana, pero también es en la periferia de
la convivencia: el crimen organizado y el no organizado, la consecución
por la vía violenta de los objetivos, la violentización de los
conflictos que naturalmente tiene toda sociedad. Y en Colombia, además,
la incorporación a cualquier fuerza paramilitar o guerrillera que
prometiera, al menos, un plato de comida, sino una ilusión. Con los barrios (las comunas) tomadas por las milicias de todo tipo,
suplantando al Estado ausente, el plan encarado por la gestión comunal y
continuada por las sucesivas administraciones no fue un clásico “touch
and go” latinoamericano, de propaganda y cosecha de votos.
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Este articulo fue tomado de:
http://www.mdzol.com/nota/535944-como-una-ciudad-paso-del-miedo-a-la-esperanza/
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